Sunday, April 11, 2010


Atento. Extremadamente atento. Debo esforzarme por salir del laberinto de los pensamientos y retornar al momento presente, pues en este momento me encuentro perdido en el océano de los pensamientos.
Zazen. Entro a la suerte del zendo que improvisé en mi habitación con el pie izquierdo, saludo al Buda (reverencia interior) con gassho, luego saludo al muro (la ventana con la persiana baja) y me acomodo en el zafu rodéandolo por la izquierda. Me siento y me dispongo en la postura burmesa con movimientos lentos. Otra vez gassho. Acomodo mis manos en el mudra cósmico (a través de estos años de meditar con el grupo de Budismo Zen he llegado entender y apreciar el poder de este mudra), inhalo y exhalo profundamente tres veces, y me establezco no ya en la concentración -que me es casi imposible desarrollar en esta etapa del sendero- sino en la atención -mindfulness, sati. Atención no dirigida a ningún objeto cuyo fin es frenar los procesos analíticos de la mente, silenciar lo más posible el pensamiento discursivo. (Claro que a fines de silenciar el espíritu la mera atención esta a años luz de distancia con respecto a la efectividad del dharana puro, la concentración intensa sobre un solo punto). Por regla general, se me duermen las piernas y me empiezan a doler después de 35 minutos. En este momento tengo que descruzarlas, esperar a que la sangre vuelva a circular por ellas, y reacomodar la postura. Me muevo con lentitud extrema. La lentitud de la que me valía otrora para redisponer la postura, una lentitud tal que casi me genera una sensación de exasperación interior. Redescubro en estos días el valor de cambiar de postura o levantarse de zazen con parsimonia extrema. En el pasado, cuando salía de jhana, me quedaba algunos minutos más en postura de meditación y al levantarme me movía muy lentamente. Esta es la forma de que el "efecto" que la meditación causa en el éspiritu se traslade al retornar al movimiento, a la volición, a la actividad diaria. Saludo al Buda (reverencia interior) y salgo del zendo caminando lentamente, con la pierna derecha. Esta rutina, esta actitud "ritualística" -si se quiere- me sirve como soporte para una práctica de zazen más solida. Le da al zazen cierto marco de formalidad, lo enviste de la importancia que tiene en sí mismo, más allá del logro personal, carente de intención (mushotoku). El mastro Ryokan me dijo en la primera dokusan que tuve con él: "Préparate para el zazen". Y este proceder, esta estrucutura, sirve a los fines de tal propósito. Incluso estoy pensando en comprarme (o coser yo mismo) un kimono negro para utilizar durante el zazen. Se me dio por imaginar también, durante el zazen, que soy una montaña. Dogen Zenji definió al zazen en cierta ocasión como "sentarse en inmovilidad como una montaña". E intuyo que la importancia que los maestros zen han concedido a la postura durante todos estos siglos radica en esa firmeza, en esa inmovilidad, en esa sensación de poder y afianzamiento que otorga el sentarse erguido en el piso con las piernas cruzadas y las manos en el mudra cósmico. Me entreno para sentarme como una montaña durante el periódo de zazen. Una montaña no se resiente, no recuerda, no sangra por un amor, no tiene remordimientos. Aspiro al loto completo. A terminar esta botellita de Coca-Cola de 600 ml. y abandonar de una vez por todas el vicio por esta negra y gaseosa bebida. Tengo, asimismo, que ejercitarme hasta quedar exhausto. Que no quede el más mínimo rastro de energía que pueda utilizar en una obsesión. Evoco un zazen bastante agradable despues de una larga caminata y una ducha fria, estableciendome en la atención dirigida a ningún objeto. Esto es todo lo que tengo que decir sobre el zazen.
Como dije anteriormente, me propongo establecerme en la atencíon constante. Un estado de sati constante como soporte para la concentración. Decía Nanavira Thera: "Mantente atento constantemente. Si te mantienes atento constantemente, quizás obtengas concentración. Pero más alla de si obtienes o no concentración, la atención constante es el remedio para la depresión. Si te mantienes constantemente atento, no tendrás remordimientos, y éste es un remedio que no puede fallar". A los monjes budistas se los suele caracterizar en las caricaturas o en las peliculas como gente rapada y con túnicas que camina despacio y con los ojos siempre entrecerrados, como si estuvieran en un estado de contemplación constante, de atención constante. Esta representación no es errada. Los ojos entrecerrados constantemente denotan un firme establecimiento en un estado de sati. El Buda hablaba en un discurso de la importancia de balancear los distintos factores del sendero; algunos factores, si se los cultivaba hasta la exclusión de los restantes, podían conducir a la agitación, a la depresión o a la pereza, sin embargo, al referirse a la atención (sati), sus palabras fueron: "Pero con respecto a la atención, esta siempre es útil".
Así pues, aspiro al cultivo de la atencíon para silenciar el pensamiento discursivo, las obsesiones, los pensamientos absurdos que crecen como la mala hierba en este estado de alienación. En los suttas se habla muchas veces de la concentración que nace de la alegría, de la concentración que nace espontaneamente, de la iluminación repentina (al contrario de la creencia popular de que la iluminación repentina es un concepto marginado al Zen y de que no tiene soporte en los suttas del Canon Pali).
Quizá, a través del silencio vuelva la alegría, y a través de la alegría nazca la concentración.
Esa es, al menos, mi esperanza.
Saludos.

No comments: