Thursday, April 22, 2010


Homenaje al Completamente Iluminado.


6:07 horas.


La noche transcurrió larga. Cigarrillos, torta de chocolate, coca cola, imágenes de una ninfa de rubios cabellos, ojos azules y piernas carnosas en una playa de las costa atlántica. Alienación, desolación, enajenación, vicios, Age of Conquerors, sentado a la pc, navegando ocioso, noches de internet y navegación, horas y horas frente al monitor, nada que hacer, he perdido el contacto con la realidad, el "hilo de plata" se ha roto. Quizá ya halla alcanzado el punto de no-retorno. Intenté abocarme a la tarea de traducir algunos suttas. Dhajagga Sutta. "Acuérdense del Buda". Así, sin más. Si estás en el medio del bosque, en un edificio vació o si caiste en medio de La Cava un sábado a las tres 3 de la madrugada, "acordate del Buda", así nomás.

Cuando los devas y los asuras se hallaban sumidos en la batalla, el rey Sakka les decía a sus súbditos que se acordaran de él. Pero el rey Sakka no se hallaba desprovisto de la pasión, desprovisto de la aversión, desprovisto de la ilusión. Más el Buda se encuentra desprovisto de los impedimentos. El Buda "no corre". Al Buda le ponés un chumbo en la cabeza y su reacción en el cerebro es la misma que si le hubieras puesto delante de él un plato de arroz. A veces no puedo creer la magnificencia del Buda. Es demasiado increible. Años metido en esto, estudiando estos textos, y todavía no puedo creer la sabiduría del Buda, la grandeza del Dhamma, toda la sabiduría del mundo condensada en ciento y pico de páginas. Mi copia del Dhammapada tiene el perfume del loto, el jazmín y el sándalo impregnado en sus hojas. Prendí esos tres sahumerios y puse encima el Dhammapada con sus páginas abiertas, para que se impregnen con los aromas de la Antigua India. También tiene mis anotaciones personales en los márgenes, escritas con mi lapicera "Aurora" de oro 14 klts. Mi copia del Dhammapada es lo único "original" que me ha quedado de aquello que constituyen los elementos de la práctica, como el fusil del soldado. Miento. También me queda el collar de cuentas color caoba que me auxilia en la recitación de mantras o en la práctica del metta bhavana. Mi antigua estatua de Buda, esa pequeña réplica en yeso del Gran Buda de Kamakura pintada a mano en cobre y dorado que compré una tarde en la librería Ki voló en pedazos al ser arrojada contra el piso víctima de uno de mis arranques de ira. Una pena, ciertamente. Esa pequeña estatua fue testigo de mis noches de profundo samadhi, de insights, de grandes realizaciones. Me gusta pensar que estaba cargada de una energía especial, de cierta magia. (Tal vez esto es en verdad así).


Asubha. Comtemplación de los aspectos repugnantes del cuerpo. Enciendo una vela, me siento en el zafu frente a la imagen del Buda y cierro los ojos. Se crea un clima especial. Hay algo místico en ese clima. Como si la luz tenue de la llama de la vela, ese resplandor que se percibe con los ojos cerrados, esa penumbra, auspiciara la contemplación del cuerpo en sí mismo, de la decadencia.

Visualizo los pelos de mi cabeza. Grasosos. Como una degeneración. Luego mi piel, mi cerebro. Imagino mi cerebro, viscozo, baboso, lleno de hendiduras, blando, maloliente, una masa prutescible y asquerosa, pegada a mi craneo por una baba visceral. En las autopsias, cuando abren el craneo y extraen el cerebro, éste se haya pegado por una substancia gelatinosa, que se va estirando al remover las visceras del cerebro hasta que se rompe como hilos de saliba. Ese es el cerebro. Visulizo la carne de mi rostro, mi nariz llena de mocos. Imagino mis pulmones, transparentes, pegados a las costillas por esa misma baba que sujeta el cerebro al cráneo. Luego paso a mis riñones. Dos pedazos de tejido rojo, con sangre, asqueroso, babosos. Los órganos humanos ni siquiera son de carne. Son de un tejido indefinible, repugnante. Por eso no me gusta el paté. Me gusta la carne, la tira de asado. Disfruto de un buen asado. Pero en lo que respecta a la consumisión de los órganos animales, paso. Aunque no me desagrade el sabor. No me gusta comer entrañas. Encontré paté escondido en la pascualina de espinaca que cocinó mi madre el otro día y la dejé en el plato. ¿Cómo podría haber ingerido putrescibles entrañas de animal?. Invierto algunos minutos en la contemplación de cada una de las partes del cuerpo. En los suttas se describen 32 de ellas. Cuando las piernas se me empiezan a dormir, abro los ojos, saludo al Buda con gassho y me levanto lentamente. Y en ese momento caigo en la cuenta de que el cuerpo YA se está descomponiendo. La descomposición no acontece solo a partir de la muerte. Desde que uno nace, ya está envejeciendo, ya se está descomponiendo, ya está enfermando, ya se está muriendo. El final es la vejez, la enfermedad y la muerte. Todos los cuerpos ya se están descomponiendo, pudriendo. El ovulo fecundado en el vientre de una mujer ya se está descomponiendo, el óvulo por si solo y el espermatozoide ya se están descomponiendo. La sabudiría del Dhammapada sigue cayendo en mi espíritu, como un cuenco que se llena poco a poco, gota a gota.


Dhp. 147. "Contemplad este bello cuerpo, masa de dolores, montón de grumos, trastornado, en el que nada dura, nada persiste."


Dhp .148. "Decadencia para este cuerpo, nido de enfermedades, perecedero. Esta putrescible masa se destruye. Verdaderamente, la vida acaba en la muerte."


Dhp. 149. "Como vacías calabazas en otoño son estos resecos huesos. ¿Qué placer hay en mirarlos?"


Dhp. 150. "Este cuerpo es una ciudadela hecha de huesos cubiertos de carne y sangre en donde se almacenan el envejecimiento y la muerte, el orgullo y el engaño."


" 151. "Incluso los fastuosos carruajes reales envejecen. También el cuerpo envejece. Pero la Enseñanza de los Buenos nunca envejece. Así, lo Bueno permanece entre los Buenos."


"Pero la Enseñanza de los Buenos nunca envejece."


Amén. Cuanta sabiduría contenida en esas páginas. Es increible.


Debo ver más allá de lo aparente. Debo someter la lujuría. Mientras esté atado a ella, estaré, así mismo, atado a Buenos Aires. Atado a la vida hogareña. A la vida laica. No puedo seguir perdiendo el tiempo.


Debo ser metódico. He experimentado los beneficios del anapanasati, los beneficios de la concentración. Los beneficios del mindfulness, la dulzura del metta, he hallado paz y razón en las páginas del Canon Pali. He vislumbrado su sabiduría. Debo abocarme a una cosa por vez. Pero no puedo perder el tiempo. Tengo que ser firme. No puedo perder el tiempo.

Tengo que seguir marchando, debo seguir marchando...


Saludos.



*



Homage to the Fully Enlightened One


6: 07 am.


The night was long. Cigarettes, chocolate cake, coke, images of a nimph of blonde hair, blue eyes and fleshy legs on a beach of the Atlantic coast. Alienation, desolation, vices, Age of Conquerors, sitting at the computer, leisurely surfing the net, nights of internet and net surfing, hours and hours in front of the screen, nothing to do, I have lost touch with reality, the "silver thread" has broken. Maybe I have already attained the point of no-return. I tried to set myself on the task of translating suttas. Dhajagga Sutta. "Recollect the Buddha". Just like that. If you are in the middle of the forest, in an empty dwelling or if you fell in the middle of the ghetto at 3 am on a saturday night, "recollect the Buddha". Just like that.

When devas and asuras were arranged in battle, king Sakka told his subjects to recollect him. But king Sakka was not devoid of passion, devoid of aversion, devoid of delusion. However, the Buddha is devoid of the obstacles. The Buddha "doesn't run". You put a gun on the Buddha's head and his reaction in his brain is not different as if you had put a plare of rice in front of him. Sometimes I can't believe the Buddha's magnificence. It is too incredible. Years in this, studying these texts, and I still can't believe the wisdom of the Buddha, the greatness of the Dhamma, all the wisdom of the world contained in a few pages. My copy of the Dhammapada, has the perfume of the sandal, the lotus and the jasmine impregnated in its pages. I burned those three kind of incenses and put the Dhammapada above them with its pages open so they are impregnated with the aromas of Ancient India. It also has my personal annotations on the edges written with my 14 kl. gold "Aurora" pen. My copy of the Dhammapada is the only "original" thing remaning from what constitue the elements of the practice, like the soldier's rifle. I am liying. I also have the beadings collar that auxiliates me in the manta recitation or in the practice of metta bhavana. My old buddha statue, that little plaster replica of the Great Buddha of Kamakura painted by hand in copper and gold that I buy that eveing at the Ki book store was broken into pieces being thhrown to the floor victim of one of my rage attacks. Certainly a pity. That little statue witnessed my nights of deep samadhi, of insights, of great realizations. I like to think that it was imbued of a particular energy, of certain magic. (Perhaps it truly is that way).

Asubha. Comtemplation of the foulness of the body. I light a candle, I sit on the zafu in front of the Buddha image and close my eyes. A special atmosphere is created. There is something mystical in that atmosphere. As if the tenuous light of the flame of the candle, that radiance that is perceived with the eyes closed, that penumbra, auspiciated the contemplation of the body in and of itself, the contemplation of decadence.

I visualize the hair of my head. Greasy. Like a degeneration. Then my skin, my brain. I imagine my brain, viscous, slimy, full of clefts, soft, stinky, a putrid and disgusting mass, stuck to my skull by a visceral slime. In autopsies, when they open the skull and extract the brain, this is sticked to it by a gelatinous substance, which streches as the visceras of the brain are removed, like threads of saliva. I visualize the flesh of my face, my nose full of mucus. I imagine my lungs, transparent, subjected to the ribs by the same slime that keeps the brain stuck to the skull. Then I pass to my kidneys, two pieces of red tissue, bloody, disgusting. Human organs are not even made of flesh. The are made of an indefinable tissue, disgusting. That's why I don't like pate. I like meat, I enjoy a good barbacue. But reagarding consumption of animal organs, I pass. Even though I may not find their taste unpleasant. I don't like eating bowels. I found pate hidden in the spinach cake my mother cooked the other day and I left it on the plate. How could I have eaten putrefiable animal bowels? I invest some minutes in the contemplation of each part of the body. In the suttas 32 body parts are described. When my legs start to fall aslept, I open my eyes, bow to the Buddha with gassho and slowly get up. And in that moment I realize that the body is ALREADY decomposing. Decomposing does not start at death. From the moment one is born, one is already decomposing, geting ill, dying. The end are old age, illness and death. All bodies are decomposing, rotting. The egg fecundated in the woman's bomb is already decomposing, the egg by itself and the sperm are already decomposing. The wisdom of the Dhammapada keeps falling in my spirit, like a basin that is filled slowly, drop by drop.


147. Behold this body — a painted image, a mass of heaped up sores, infirm, full of hankering — of which nothing is lasting or stable!


148. Fully worn out is this body, a nest of disease, and fragile. This foul mass breaks up, for death is the end of life.


149. These dove-colored bones are like gourds that lie scattered about in autumn. Having seen them, how can one seek delight?


150. This city (body) is built of bones, plastered with flesh and blood; within are decay and death, pride and jealousy.


151. Even gorgeous royal chariots wear out, and indeed this body too wears out. But the Dhamma of the Good does not age; thus the Good make it known to the good.


"The good make it known to the good"


Amen. How much wisdom contained in these pages. It is amazing.

I must see beyond the aparent. I must submit lust. As long as I am tied to lust, I will be tied to Buenos Aires. To the life of the householder. To lay life. I can't keep losing my time.

I must be methodic. I have experienced the benefits of anapanasati, the benefits of concentration. The benefits of mindfulness, the sweetness of metta. I have found peace and sensibility in the pages of the Pali Canon. I have glimpsed its wisdom. I must set on one thing at a time. I can't keep losing my time. I have to be firm. I can't keep losing my time.

I must keep walking, I must keep walking.

Greetings.

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